1/8/09

Usurpador

En la sala del trono se encontraba el Rey Silcar, sumido en sus más profundos pensamientos. Cuando el Senescal Ragaz, hace acto de presencia con su armadura del color de las cenizas. Através de su yelmo; solo se divisa, una mirada fría y seria que intimida, con esos ojos del color del luto universal, ese violeta intenso. En su interior se complace de ver a su tío, tan sufrido e infeliz. ((No se que lo agobia tanto, sea lo que sea, lo mantiene distraído y me ah facilitado el camino hasta este momento. El pez ya esta en las zarpas del oso, es hora de arrancarle la cabeza. Pues mis fauces ansían disfrutar del crujir de su final.)) —Pensaba el sombrío senescal, mientras anda a paso lento sobre la larga alfombra del Salón.

Al fondo yacía el rey en su letargo; con su figura triste, mirando hacia la nada, con una copa de vino en sus manos. Vestía una lujosa toga del color de los pinos, hecha con seda, decorada con terciopelo negro. Llevaba brazaletes de plata, con piedras de esmeralda incrustadas, que hacían juego con la codiciada corona. Silcar lleva la tosca copa de acero, a su boca y termina de tragar, el fino licor tinto. Desvía su deprimente mirar; hacia la entrada del salón del trono y ve a su sobrino, del cual no había sentido, presencia alguna hasta ahora. —Que noticias nuevas me traes del reino, mi apreciado sobrino, Ragaz de Másibal. —El rey se expreso con un gesto negativo, pues últimamente, las cosas no andaban muy bien en el reino.

—Bueno; su excelencia, se rumora, que en el reino se esta levantando una revuelta armada, en su contra. >>El pueblo esta disgustado, pero no se porque puede ser, yo solo seguí sus ordenes, temo por su seguridad mi rey, deberíamos llamar a la guardia a este salón—. —Le informa Ragaz, al soberano, ocultando la satisfacción que le da el giro de la situación—. —Como siempre preocupándote por este viejo tonto mi querido Ragaz, desde que llegaste hace unos años estas cuidándome, estoy de acuerdo, llama a la guardia—. —Dice Silcar, con un tono calido y sincero a su sobrino. En ese momento un puñal se levanta, el rubí de su pomo, evoca la sed de sangre. El rey, ante la traición, se le parte el alma.

En su físico el corazón colapsa, ante la fría caricia del metal, sus ultimas lagrimas ruedan, ante su verdugo, el cual se quita el yelmo ante su tío, que muere con una expresión de sorpresa en su faz. Ragaz suelta una diabólica carcajada, mirando el techo y su capa bermeja junto a su cabellera, se menean altivas ante el cadáver. Se vuelve a colocar el monstruoso yelmo y de un agarrón, tira al difunto al medio de la sala, para sentarse en el trono de Halandir. En eso llega al salón; una mujer madura, la cual se emociona, al ver a Ragaz en victoria. Era la princesa Greisha, la madre del asesino. La señora va veloz hacia su hijo, dándole la vuelta al desdichado cuerpo, de su hermano.

—Hijo mío que los dioses te den su bendición—. —Expresa Greisha con la intención de abrazar a su malévolo descendiente. Pero lo que recibe es una daga, que le abre el vientre, que trajo al mundo semejante aberración. La mujer cae de bruces sobre Ragaz. —Lo siento perra traidora, pero a alguien tengo que culpar, de la muerte de mi honorable tío—. —Se disculpa con hipocresía, el senescal de Halandir. Levanta a su progenitora como un pedazo de carne ensartada y la coloca sobre el fallecido rey. Agarra la mano de su tío y la coloca en la empuñadura del arma.



Seguido, sostiene su puñal y hace lo mismo con el brazo de su madre. Dejando una escena improvisada, de un fratricidio real. —Perfecto; la ramera, de mi madre, a matado a mi querido tío. >>El cual tuvo el vigor, suficiente, para vengarse antes de espiar. >> Que emoción, me han conmovido, PAR DE IMBECILES!!!—. —Dice Ragaz, en medio de un monologo, totalmente sarcástico. Se arrodilla y comienza, la gran actuación.

La guardia llega al lugar y encuentran a Ragaz; llorando, desconsolado, ante el trágico suceso en un acto de descarada falsedad. Entre los guardias, ya había varios isleños de Másibal, que ya estaban advertidos de la jugada, incluso los alabarderos de la sala. Eran una docena de caballeros; que perplejos tratan de asimilar, lo que ven sus ojos, a diferencia de los bárbaros, cómplices del senescal. Parecía que en los mares del oeste de Edrest, eran dados, al buen teatro. —Pero señor senescal; que ha ocurrido, en este lugar, en nuestra ausencia—. —Pronuncian a coro, una facción de los guardias, en un tono apesadumbrado. Los guardias que flanqueaban la puerta, levantan a un afligido y engañoso Ragaz, para guiarlo hacia el trono.

Algunos guardias, procedieron a ver el fatídico desenlace. Mientras los otros, comenzaron a cuestionar a Ragaz. —¿Que paso señor? ¿Como sucedió, tan atroz tragedia?—. —Le pregunta un guardia, queriendo verle una causa al momento. Ragaz no contesta, se ve sumido en la desesperación y totalmente consternado. Solo sus subalternos, sonríen de manera extraña, tal vez porque saben que todo es una farsa. El senescal enmudece, pero un guardia leal a el, interviene.

—Yo escuche unos gritos, pero tenia ordenes del Rey Silcar, para no entrar a la habitación. >>Antes de eso lo vi muy disgustado, venia de la habitación de su hermana. >>También vi como la princesa de Halandir; corría a la habitación de este, la quise detener, pero no me quiso escuchar, paso todo muy rápido. —Ayuda el bárbaro, al heredero del jefe tribal. A lo que Ragaz, reacciona con un mirar endiablado y saca su enorme espadón. De un revés descomunal, le destroza el cráneo a su aliado. Mientras el cuerpo del guardia desciende al suelo, el colérico senescal, coloca su espada bastarda, en la enorme vaina que carga en su espalda.

—POR TU CULPA INEPTO, MIS SERES QUERIDOS AHORRA ESTAN MUERTOS!!!—. —Ante esto todos en el salón; reflejan unas caras de asombro, inclusos los isleños, al ver como mata a uno de los suyos. >>La enfermedad que agobiaba a mi madre, al final derroto a su mente. >>La locura del fuego que la dominaba, fue tan intensa, que incluso destruyo a mi bien amado tío, el rey de Halandir. —Declara Ragaz, comenzando un andar torpe y acongojado. El senescal tropieza y queda sentado en el trono, tallado sobre una sola pieza de mármol blanco. Los caballeros reunidos; se postran a los pies de Ragaz, arrodillados aclaman al nuevo soberano del reino, el Rey bárbaro, Ragaz de Másibal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario


MusicPlaylistRingtones
Create a playlist at MixPod.com