31/7/09

Icaro al Sol


Hoy regresas a mi y me das la cara.
Retornas para abrirme un portal de la nada.

Un camino…

Una senda que dejamos incompleta.
A medias en el tiempo esperando este momento.

Vuelves a llenar el cántaro vacío,
Donde estuviste desde que tengo conciencia.
O será un encuentro pasajero
Para recordarme que alguna vez fue azul mi cielo.
Dejaste que me acostumbrara al blanco y negro.

Hoy vuelvo a tenerte en mis manos y no pienso dejarte escapar.
Contigo alcanzare viejas cumbres y lo que haya más allá.

Algún obstáculo…

Alguna prueba que superar juntos.
Sin mucha ambición para no volver a ser un Icaro al sol.

Y destrozar mis propias armas,
Las que cree con pasión.
Por que los logros me cegaron hasta quemarme
Delante de la barrera incandescente.
Colapse hasta el fondo en mi propio Armagedón.

Carbonizado cual meteorito.
Me has encontrado en las tinieblas.

Un Icaro sin alas…

Con meses y años tramando.
Como reconstruirte para vengarse del astro fogoso.

Saltare por encima del sol,
Con estas alas de fuego que te emulan.
No soy un fénix solo un Icaro que con cada golpe se perfecciona.
Que va en pos de la próxima bola de fuego.
Si eh de morir quemado será por mi propio ardor.

Porque eh trasmutado como hijo de Ra.
Seré mi propia lumbrera.

Alcanzare la meta…

El objetivo de que mi carroza
Seas tú el que me lanzo al vacío: El sol.

Solo entre Fragatas


Brisa que me acaricia en la soledad
Lleva mi lágrima en tus caminos oscilantes
Hacia alguna nube a acongojar
Que sea mi portavoz de ropajes nublados
Eh informe que en mi alma esta lloviznando.

Aunque mi rostro este soleado
Y mi calidez agriete a más de una
Mi torrente no se derrama sobre ellas
Su sed de mi no eh de saturar
Pues ya lloro por otra.

Viaja nubarrón mensajero y mójala
Hasta que en ti me reconozca
Que tus cristalinas palabras la estremezcan
Como húmedos dedos que la tocan
Que beba cada salada gota.

La tristeza la desnude sin quitarse las vestiduras
Y cada trueno le saque una respuesta,
Un porque a mis dudas.
Señor gris tráeme aunque sea sus palabras
Para saber si debo mirar otras fragatas.

Sin remordimiento empezar otra ruta náutica
Y quemar con el brillo de mis soles otra proa
Que quiera que me agarre fuerte de su popa
Mientras lamo sus costas, me disipe la angustia
Y navegue en la inmensidad de mi corazón hasta que se hunda.

El otro yo


Fuego que me consume brota de mí runa.
Un furor que crece en el corazón.
El karma que me rodea como el viento lo aviva.
Se expande y quema al que se arrima.
Me calcina la esencia mi ahogada ira.

Tierra muerta…

Tierra herida…

Me rodea la ruina y la gente perdida.
Es la noche eterna de la humanidad.
Sin astro que guíe en la oscuridad.

Pero su vista ve claridad, en la guerra ven paz.
La putrefacción es democracia.
El defensor del código nos aplasta.
Una corte de rapiñeros nos fastidia.
Ahí tanta mentira que la verdad es paria.

Si suelto mi flama aplicaran su justicia.
Justicia calibrada a su conveniencia.
La caja de Pandora de mi cabeza,
Encierra el aguijón de esta mantícora.
Bestia antropófaga y anarquista.

Que esta en hambruna.
Deseosa de devorar la infamia.
Trágate este mundo y se mi luna.
Que de tus heces surja el sol de un nuevo día.
Como genio retornes al final a la lámpara de mi voluntad.

Para que respires mi armonía…

Nuestra prosperidad…

Mantícora duerme en el aposento de mi ánimo.
Que tu rugido no se escuche en años.
Gracias por ser mi descontrol, el otro yo.

Apocalipsis en el Olimpo

Astro rojo y marcial
Que tiñes el mundo de vino tinto.
En las noches donde los corderos se tornan machos cabrios.
Cuando Baco y Ares hacen fiestas es porque tu luz nuestra frente besa.
La luna cual ramera se ciñe de tu color febril las caderas.
Embestir el aguijón del escorpión es la condena.
Lobo cornudo saturado de violencia
Hechizado por Marte se desboca y va por ella.
Sentimental crustáceo que esta noche lo envenena.
Va ciego hacia la trampa y su corazón revienta.

Ambiente cargado en la penumbra,
La mar picada hambrienta de rocas como caldera rabiosa
Y el lucero que te refleja es dueño de la zona.
El desorden es la orden; no hay paladín en esta corte.
El licor navega en nuestras venas no hay decoro ni vergüenza.
Los belicosos brios son nuestra ofrenda de pánico, el himno gutural.
Escarlatas carnes delicadas al descubierto corren por la ciudad.
Saqueos, ultrajes y guerras surgen como lava etérea
De los parpados del infernal cielo que nos caldea.

Un intenso Apocalipsis abraza la Tierra.
Será pesadilla o borrachera.
Solo se que en este caos brilla la punta de mis miserias.
Mientras oigo heavy metal paseándome en una acera.
Orgia urbana en el seol de la existencia.
Entre ruinas cuerpos de fuego danzan y otros de sangre se bañan.
Las aves de rapiña rondan en surcos el maligno cosmos
En medio de un orgasmo te arrancan el par de ojos
Y el viento fétido y nauseabundo todo lo impregna.
Mis vestiduras ya no tienen sentido soy un feto en aborto inducido.

Desnudo en la avenida con ipod y cuchillo
Me abro paso entre carros comprimidos en olas de cadáveres
Como el que persigue el celaje de la muerte.
Soy como el carnero voy terco hacia adelante
Aunque gente agonizante de mi cuerpo se agarren.
Con el arma de carnicero de las lianas humanas eh de desligarme.
Siento como afrodita me humedece el unicornio en forma mortal.
La jalo de los cabellos con el guerrero no quiero duelo.
De un grito me soltó y que se chupe mi reproductor.
Ya no mas Rock and Roll este cabro al monte desfilo.

Me desvío por el paseo y a un matorral me meto.
Maldigo a los cardos ¡porque no me traje a Venus!
Claro mejor un abrojo a que Ares me deje eunuco.
Y el gran espejo sangriento me contempla mientras trepo un árbol.
Mi hombría dolida se va tambaleando mientras mi boca el acero saborea.
La Tierra en bacanal tiembla y el líquido sanguíneo no la deja sedienta.
De la rama me caigo y un trueno me despierta.
Todo fue un mal sueño después de una juerga.
No estaba bañado en sangre y apestaba a cerveza
Y la luna sonriente por mi ventana se cuela.

Polifacético y Ciega trágica


Con el cincel de mi intelecto,
Voy a esculpirte un filtro nuevo,
Para que destiles un aire puro,
Que afloje tus seguros cardíacos,
A ver si así penetro como plaquetas,
Y cuajo tus miedos que son heridas de fracasos.

Con el pincel de mis porfías,
Plasmare las emociones perdidas,
En ese blanco de tu indiferencia con mi paleta,
De mil colores que ponen rojas las mejillas de tu careta,
Haré brillar esas dos gemas con cada trazo con cada gesta,
Todo sea por delinear la luz de tu sonrisa en una obra eterna.

He de hacer bocetos de momentos,
Para perfeccionar el dibujo de lo nuestro,
Y los no gratos los desecho al basurero del olvido,
Quizás mi arte no aprecies con ojo clínico,
Pero al menos al detalle dale su valor,
Eh limpiado el orzuelo de tu corazón.

Diseñe un plan para llenarte de esperanza,
Te talle caminos de ilusiones de tiempos mejores,
Y conmigo no tienes que andarlos,
Moldea la aventura con la compañía de tu agrado,
El baile no lo sigas en solitario,
Que esta melodía la compuse porque no quiero verte llorando.

Seré el bufón que te alegra,
El amigo que te da la mano y te contempla,
El sicólogo que te escucha y aconseja,
Plomero que cierra tus escapes y no destapa tu cuneta,
El que es perfecto pero pa otra aunque contigo come ostras,
Muchos dirán que eres ciega pero es que te gusta la tragedia.

El Juego que no pedí


Somos naipes o jugadores en este mundo incierto
Donde cada turno deslumbra mas que el otro.
Piensas, indagas y formulas estrategias.
En un concurso donde obligado comienzas
Y el galardón es incógnito.

Tu adversario el contratiempo te pone obstáculos.
Los rebasas sin saber si es valioso o vano.
La suerte y el destino son para el banco.
Tú de pie debes estar en el campo.
Usar los artilugios que la vida va arrojando.

Acumular puntos por una meta
Que al final resulta obsoleta pero te alienta.
La tortura del razonar te hace envidiar al animal
Que sonríe inocente aunque te lo vayas a cenar
Y tu mejor que el sabes que te has de apagar.

Esta es tu tragedia en tercera dimensión,
Donde solo dejas tu recuerdo como un archivo
Para el siguiente en fila al suplicio.
Te burlas como anestesia pero de esta hiel tomas tu traguito.
Lloras mientras baja y desgarra el tragamonedas de tu cuello.

Te queda el consuelo de los participantes
Que peor la han llevado como el bono del pinball.
No pediste ser ficha en este póker pero no te queda otra.
Ten valor y resignación con dignidad hacia la tumba
Y que tu trayectoria sea mapa en esta mazmorra.

Universos, cohetes, animales y cosas inertes


Dame un beso que aplaque
El constante movimiento del pensamiento.
Que la urbe de mi conciencia se desolé
Con tu lengua como un portal inconexo.
Su calidez me transporte a otro universo
Donde todo es opuesto.
Pero es tan mío como vuestro
Y nos mantiene en gravedad cero.
Clava tus garras en este puerto
Que el dolor me recuerde que no es ensueño.

Traslada en tu vuelo a esta presa
Que se acoge entre tus compuertas.
Rugidos se liberan en un viaje sideral
Donde un ave monta sobre un potro de metal.
Explosiones estelares se agitan en tu hangar.
Mientras mi cohete rasga el lugar.
Porque tú, constelación amazónica;
Necesitas saber que esto no es irreal.
Eh de acariciar ese pequeño lucero
Que te hace temblar.

Salvajemente me acerco a tu celestial pecho.
Ve revolcando el oscuro lienzo de mis cabellos.
Mientras hago surcos húmedos en las aureolas de Saturno
Como sol que calienta tus rígidos mundos.
Hoy soy el astronauta que explora tu sistema solar.
Acaricio tus planetas para mi estandarte plantar.
Suelto La vía Láctea pero a la Tierra no me dejes regresar
De tu espacio no me quiero desligar.
Si de mi boca una estrella fugaz logras arrancar
Y oyes su murmullo que llena de luz tus Lunas.

Pide tu deseo que esto no termine jamás
Que vaguemos como satélites en la oscuridad.
Alumbremos a otros con nuestra felicidad cada día
Y en la noche turbar sus mares con nuestra chispa.
Me adormezco entre tus brazos
Que el semental se vuelve humano.
Roza mi tórax halcón de estrellas
Que se difumina en una mujer angelical.
Con otro ósculo me devuelves a la ruidosa ciudad
A nuestro lecho, futuro hogar.

Enlazados entre sabanas cotidianas
Que cubren un momento especial.
Celosas que ante lo inerte destaquemos mucho más.
Tan orgánicos sobre una lid rectangular.
Retornamos a la cruda vida
Que el concreto y el ajetreo nos asfixian sin piedad.
Entre paredes en las tinieblas
Hemos inmortalizado nuestra naturaleza
Que se rebelo contra lo inorgánico y me despido con una rosa
Que se desliza sobre tus prados.

La forja de la vida

Soy espada en la forja de la vida
Que es golpeada y magullada por el día a día.
El martillo del tiempo no titubea y cae pesado y sin pena.

Me guía sobre caminos que queman…

Abismos que asfixian…

En la calurosa oscuridad mi temple se cuartea.
Entre tizones mi disgusto se acrecienta.
Mi éter puro pierde la inocencia.
Se torna duro por la crueldad ajena.
Esta rojo de ira y lastima sin darse cuenta.

Colérico me levanto en medio del caos
Lleno de cicatrices invisibles por lo que no eh olvidado.
Soy acero amargo que por dentro va llorando.
Suelto al mundo una sonrisa falsa para no quedar como inhumano.
La compasión me hunde en frías aguas que ocultan mi dolor.


De mi ser se elevan plegarias y perjurios como humo
Que danzan endemoniados hacia lo celeste desde un corazón dolido.

Tan negro…

Tan pequeño…

El cristalino líquido se estremece de impotencia pues regreso al fuego.

Del fuego al frío en un maldito juego sin fin.
Me hago cada vez mas cortante, duro y altivo como arma elegante.
Esta espada ya esta hecha adornada con dos luceros tristes
Con el pomo coronado con brillantes hilos de ónix.
Perdona si te desangras al besar el filo de mis labios.

Derrite este hielo con el rojo de tu ser.
Abrázame y quémate con mi helada piel.
No quiero apuñalar la flor de porcelana para eso e sido labrada.
Quiero humanizarme y hacerme uno con tu alma.
De la herrera pasar a manos de la guerrera para que tenga sentido esta arma.

Mi Saldo


La angustia cayó sutil y con atino.
Traspasó mi esencia de forma pasajera.
A la mente el sosiego retorno
Pero en vigilo estaré en la trinchera.
Sopesando lo aprendido por veterano.

Las vías se duplican con varias armas a la mano.
Aguardare la jugada con persistencia.
Mis opciones anticipan tu acción.
De tus dominios me destierra la primera.
La otra lo hará con dilación.

Con ahínco forjare tu perdición.
La hoz hoy siega mi tierra;
Como péndulo regresara a tu riñón
Y tu descendencia no recogerá tus vísceras.
Con tormento saldo la humillación.

Sin Esperanzas


Hoy me acuesto abatido
Pensando en lo sucedido.
La rabia ahogar no consigo.
Quiebro de dolor mis nudillos.

Golpeo a un titán inexpresivo.
Desahogo con violencia mi ánimo.
Ahora mis manos sufren un poco,
Una lagrima bailo hasta su exilio.

Miles de imágenes me agobian,
Emociones que me lastiman.
Hoy mis adentros se detonan
Y conmigo se colisionan.

Ya no aguanto más, necesito exhalar.
Quiero paz y a mis demonios expulsar.
Esta noche soy como un pedernal
Que se hunde sin esperanzas en la mar.

A armar Tormentas


Enroscados en la playa
Nos batimos en la arena.
En medio de ágiles piruetas
Tu sonrisa me alienta.

En medio del duelo
Te acercas juguetona.
Entrelazamos los cuerpos
Como muñecos de goma.

Nos cubrimos de arenisca
Como suculento manjar.
Puesto a adobar
Al ritmo de la mar.

El sol castiga
Pero la brisa nos alivia.
Las piernas me traicionan
El recreo se termina.

Hasta la próxima
Mujer coqueta.
Ante la costa
Volveremos a armar tormentas.

Sobrevivencia

Todos tenemos un lado primitivo.
Algo que nos regresa aun estado de inconciencia.
El sentido de sobrevivencia que en lo extremo se revela.
Salvaje emoción me pone en acción
Sin tomar en cuenta el riesgo.

Voy ciego ante el reto.
Violencia y reflejo se unen en el trayecto.
Tú también lo sabes en su momento lo pasaste.
Te nublas y como animal te relames.
Matas, muerdes y rasgas con ansia.
La bestia al humano rebasa.


En sucesos de sinrazón
El puro sentimiento el instinto lo deforma.
A ti también te gusta lo que el perro disfruta.

Es el pique que da sabor…

Es motivación…

Vida contra vida
La que vale es la mía.
Dice el egoísta deshumanizado.
Sin prójimo no sobrevives.
El árbol te alimenta y tú a el lo riegas.
Es el ciclo, la cadena que te sustenta.

“Ella estuvo y se ira contigo”


La muerte me espera;
Nací con ella acuestas.
Al final de nuestro viaje
Ella siempre es la meta.
Es la calavera; que alegre, te observa.

Del vientre sales
Y ella es tu compañera.
De noche es las sombras
Que por tu ventana se asoman.
Contigo esta y no te dejara.

Acéptala; es la amante
Que siempre espera
Tu aliento de vida
Del cual es eterna concubina.
Te ama; ya en su libro, esta tu alma.

Elegante y sanguinaria
De negro siempre va vestida.
Su fría voz te fulmina.
Tu último suspiro de un beso te saca.
Cual orgasmo ella te lleva a su morada.

Allí esta al asecho
En vela de un descuido.
Para abrazarte hasta el asfixio.
En todo tu trayecto mundano;
Ella estuvo y se ira contigo.

Océano, oceánico


Océano, oceánico.
Grande e infinito.
Inmenso e impredecible
Que guías a las embarcaciones
A otros lugares.

Como me gustaría hacer un viaje
Por tu cristalina faz.
Ver las maravillas de tus profundas aguas
Y sentir el vaivén de tus olas al chocar.
Soñar que en ellas me deslizo como un tritón singular.

Océano, oceánico.
Muchos secretos guardas.
En tus aguas misteriosas
Viste antiguas naciones navegar.
Los mares son tus hijos en los que me suelo bañar.

Besas mi tierra
Con violencia, con ternura.
La dejas y regresas cual soldado.
En eterno romance los e observado.
Los astros son testigos de su idilio.

Océano, oceánico.
Tú me das los peces para subsistir.
El azul de tu cuerpo me da calma.
Medito a tus pies en el veraniego clima
Y con maremotos gritas lo que te aqueja.

30/7/09

“Tú lloras y yo gozo”


Hoy vi llorar al cielo
Con tristeza soltar su peso.
Mas a mi no me aflige.
Más bien me complace
Ver su sufrimiento.

El ambiente melancólico
Me pone a mí a tono.
No es momento de siestas
Que llegue mi pareja
Que estoy dispuesto a todo.

El olor que dejas
Es esencia de mujer.
Hoy todo huele a sexo
Y por eso hoy no salgo de mi techo.
Tú lloras y yo gozo que irónico.

El firmamento se nubla
Y lo oscuro de mi ser se estimula.
En el menú actual
No quiero sopa.
Hoy quiero a mi mujer desnuda.

Al ritmo de la lluvia
Doy comienzo al juego
Si mi arfَil hace jaque mate
Es porque mi reina esta de acuerdo.
Al dejar caer al rey queda todo hecho.

No soy Popeye ni Espartaco


El que pone su esperaza en la espinaca
No se que tiene entre las sienes.
Quizás mierda como cangrejos.
No por comer pasto es más bravo el toro.
No soy Espartaco ni Popeye.
Un flaco como Oliva
Puede defenderse.

Tú sigue mascando gabazo
Como los cabros.
A ver si coges brios.
Yo por mis cojones solito me he valido.
No soy Popeye ni Espartaco.
Yo uso mi intelecto
No solo en fuerza me baso.

En tu cráneo esta la nada
El mío en marcha engrana.
Antes de cualquier acto
Suelo tenerlo bien planeado.
Pues mas grandes los e visto
Caer de bruces al piso.
Besaste el polvo, la mente venció al músculo.

James Olrac

Al Norte de Edrest en esas blancas tierras una caravana de carretas tiradas por lobos gigantes, se acercaba a un humilde poblado. Los Olrac llegaban de una noche de cacería, bajaron con las tripas llenas mas no satisfechos. Ya amanecía y sus transformados cuerpos volvían a la normalidad ante los rayos del astro matutino. A las afueras de esa localidad hacían su comuna de tiendas. Donde los hombres adultos dormían en ellas. Pues pasaron la noche asechando grandes presas de las cuales obtuvieron la preciada carne fresca. Las madres iban con sus hijos a la plaza a hacer actos artísticos por unas cuantas monedas. En eso James y su padre dormían en sus respectivos tapetes. Su madre Acacia con su pequeña hija salía de la tienda, pues partían a la plaza; y así entrenaba a la niña en el camino del bardo. Bailaban, cantaban y en medio del acto hacía que la menor formulara hechizos simples de magia para pulirla más.

Raquel no era ilusionista como su hermano James; todo indicaba que la hermanita nació con magia espontánea de tipo arcana. Así pasaba la mañana en aquel helado lugar, mientras el señor Adiel se levantaba. —Despierta Jim, es hora de buscar trabajo. >>Iremos al Bar de Lockie a llenar los odres con vino—. —Dijo su padre mientras lo jamaqueaba. El joven se levanto y fue a bañarse en una cubeta de madera. Se quito la simple ropa y se metió en el agua tibia que lo iba despertando. —Hoy es mi último día en la jauría, hoy cumplo mis dieciocho; me pregunto si en mi nuevo viaje volveré a ver a mi hermano mayor—. —Piensa James, en el relajado baño. Con la corteza del árbol de jaboncillo se frota el cuerpo, este material se vuelve espuma al tocar el agua. Se lavo el pelo con la espuma y lo enjuago. Salio y seco su cuerpo con un manto, el cual ciño a su cintura y se afeito con una daga usando la blanca sustancia del árbol de la costa sureña.

Mientras el señor Adiel recogía los odres, James tomaba la infusión de menta que les dejo en la hoguera su madre. Con el cual lavaban sus bocas y dejaba un aroma refrescante. —Nada mejor para disipar el aliento a carne cruda que la menta. Escupió el te después de varios buches y fue a vestirse. Se puso unos anchos pantalones de lino blanco y ajusto sus botas de cuero que le cubrían las espinillas. Dejo caer sobre su torso una camisa de mallas y se coloco una armadura de cuero curtido, adornado con púas. Remato el atuendo con una capucha negra un poco maltratada y salía de la tienda con látigo en mano. Su padre le lanzo la bota de vino. —Toma, iré a ver que misión nos ofrecen en el bar, mientras llenan de vino estos odres. Caminaban hacia la entrada del pueblo, mientras James se ata la melena castaña con una tira fina de color ébano. Seguido se cuelga el odre del hombro y saca su harmónica de su bolsillo; ese preciado instrumento de viento que encierra lo vivido en su niñez. Con el cual paso el entrenamiento de bardo por el que ahora pasa Raquel. La sostiene y empieza a tocar una melodía con un ritmo campestre y alegre. Que hace que los guardias ni se percaten de su entrada. Así penetran en el pueblo sin ser cuestionados. Guarda el instrumento y con un andar danzarín va directo con Adiel a la taberna local.

Allí estaban en Overton. Ciudad de herreros y leñadores donde había movimiento comercial todo el día. Rodeados de cabañas de pino y lujosas casas de herreros que se levantan como carta de recomendación de sus trabajos de orfebrería. Armerías y talleres ebanistas flanqueaban la calle principal la cual estaba a tope de enanos y cíclopes. Las razas herreras por excelencia en todo Edrest. En medio de esa calle quedaba la plaza donde estaban los niños con sus madres ganándose el pan. En medio de la trayectoria Adiel se desvía hacia una herrería a cuatro edificios de la entrada a Overton. El dueño del taller era un ciclope de nombre Dárion: un tosco semigigante, pálido y gruñón. —Buenas, que desea señor. >>Dígamelo rápido que no es el único cliente y tengo encargos que terminar—. —Dice toscamente sin ver la cara de Adiel. El amargado herrero. Mientras Dárion pasa un trapo en el mostrador. James va hacia donde su padre. —Papá. El bar de Lockie queda justo al frente. >>¿Que haces?—. —Se acerca y pregunta curioso el joven bardo. —Aquí iba a pedirle a este CAVERNARIO!!! ; que le hiciera unas modificaciones a mi escudo. >>Pero parece que no reconoce la voz de las personas a las que les debe favores—. —Dice un poco molesto el señor Adiel. —Solo conozco una persona capaz de hablarme así y quedarse tan tranquilo. >>Es un saco de pulgas llamado Adiel Olrac—. —Responde en tono burlón el herrero Dárion.

Seguido el par se funde en un estrechón de manos. Señal de una añeja amistad. —Bueno, quiero que me pagues lo que me debes de aquella misión. >>Que me mandaste a las montañas de esta localidad a buscar un metal especial y resulto que estaba custodiado por Hombres oso. >>Tras de difícil fue insoportable lidiar con esas bolas de grasa. >>Así que me debes las molestias adicionales—. —Le reclama el señor Olrac. >>Se me ocurrió como saldaras la diferencia. >>Con dicho metal le harás púas a mi escudo para que sea uno armado—. —Frasea risueño el listo licántropo. —Sabes la habilidad mágica de ese metal. >>Porque por algo estaba escondido y protegido en la montaña—. —Le indaga Dárion a Adiel. —De hecho cuando use la barra de metal como mazo; allá en las alturas lo capte a la perfección. >>Es la unión de contra ataque y defensa mas precisa que he conocido—. —Dice complacido Adiel. —Bueno, me tardare un rato en tu escudo. >>Regresa en una hora y lo tendrás en tus manos—. —Le afirma confiado el ciclope. —Como digas en una hora pasare por aquí. >>Estaré en el bar de Lockie. >>Cualquier cosa ya sabes donde encontrarme. >>Vámonos hijo nos espera el vino y varias cosas más—. —Se despide el señor Olrac del Herrero.

Van caminando tranquilamente y el perro que esta acostado en la entrada del bar se levanta y los sigue. Abren la puerta y entran a un salón con cinco mesas redondas con sillas de madera. Allí están los típicos borrachos, jugadores, mercenarios y las prostitutas que laboran en la planta alta del bar. Se sientan en los taburetes de la barra y colocan los odres sobre ella. El bar de Lockie es un lugar frecuentado para buscar información de valor para la vida de un mercenario. Y ese estilo de vida era el de una gran parte de los Olrac; entre ellos Adiel y James. —Buenos días Lockie. >>Llénanos estos odres con vino. >>No te preocupes por la paga. >>Animaremos el lugar a cambio de eso y más—. —Negocian tranquilamente con el dueño del local. —Bueno espero que el espectáculo valga cada gota de mi vino por lo menos—. —Responde Lockie mientras llena uno de los odres. Lockie era un hombre calvo con poca higiene que no resaltaba precisamente por su belleza. La cual solo estaba dentro de sus valores. —Bueno, Lockie tienes algún instrumento musical que me prestes—. —Le dice Adiel al cantinero mientras James saca su harmónica de los bolsillos. —Bueno por aquí ahí un viejo banjo. >>Si quieres hasta te lo puedes llevar que solo cría polvo—. —Dice el hombre de pecho velludo al sacar el instrumento de cuerda.

Adiel empieza a afinar el vejestorio y va con su hijo al centro del salón. Le sacude las telarañas y apoya su pierna en una silla. —Bueno comencemos, Jim—. —Dice Adiel en un gesto de total concentración al tiempo que coloca su sombrero en el suelo. >>Y uno y dos y tres…

Si quieres aventuras,
Y acción a granel,
Ven al bar de Lockie,
Que misiones y problemas,
Aquí se encuentran a tutiplén.

En la segunda planta,
Mujeres dulces y calientes,
Sus cuerpos ofrecerán,
Si eres buena paga,
Hasta el más horrendo puede gozar.

Licor de primera,
En este bar hallaras,
Si tienes hambre, un festín te servirán,
Hasta que tu panza explote,
De la saciedad.

El juego y la avaricia,
Se mezclan hasta matar,
Por unas cuantas monedas,
E visto vidas expirar,
Si apuestas amigo, procura no ganar.

Lockie; llena los odres,
Y sirve los tarros,
Que los borrachos,
La fiesta armaran,
Hasta cagar de la ebriedad.

Mientras los clientes oían la canción y echaban monedas en el sombrero de Adiel. El ambiente cambio de aburrido y sombrío a mas alegre y movido. Lockie estaba tan complacido que ofreció una ronda gratis. La clientela aumento gracias al par de bardos que atrajeron a las personas de la calle. Gracias al acto, padre e hijo no tan solo ganaron dinero sino también licor y comida como obsequio. En eso un borracho agrede al perro que llego con James al lugar. El muchacho agarra al ebrio del cuello de la camisa y lo pega a la pared más cercana. —Porque no te metes conmigo acaso no vez que el can solo pide un poco de comida—. —Le espeta James a un sorprendido leñador mientras frunce el ceño. —Muchacho insolente. >>Suéltame. ((De donde saca tanta fuerza))—. —Se expresa arrogante el ebrio tosco al tiempo que piensa en medio de la confusión. En su borrachera observa los ojos pequeños y rasgados del joven que se tornan en un rojo sangre. —Que demonios er…—. —Del terror enmudece el hombre maduro. —Mierda, la juventud ignorante—. —Dice Adiel mientras se levanta.

En un movimiento giratorio un aura azul celeste sale de las manos del padre; dejando a todos los del bar sumidos en un letargo. —CALMATE!!!—. —Grita desesperado Adiel a su hijo. Mientras de las yemas de los dedos de James surge una energía roja que se hunde en la frente del desafortunado distorsionándole la realidad. Volviéndolo victima de un pavor irracional del cual solo Lyrien tendrá conocimiento. James suelta al atormentado, el cual cae sentado al suelo con una cara de franca paralización. Esta sufriendo una alucinación que lo hace sudar frío de la fobia. El hechizado se incorpora y va a paso apresurado hacia los taburetes con un mirar inquieto. Agarra su hacha y empieza a dar golpes sin sentido por todo el lugar. Mientras los bardos solo se limitan a esquivar hachazos. El viejo Adiel evita que corte a un cliente, embistiendo al leñador con los hombros. El cual cae al piso diciendo incoherencias. —Este lugar esta lleno de perros. >>Están por todas las mesas y me quieren atacar—. —Dice el ebrio con la vista ida. >>Maldito perro me has tumbado pero ya veras saldré de aquí ileso—. —Dice el leñador a Adiel, mientras su cuerpo tiembla de pánico.

Se dispone a enterar su hacha en Adiel; cuando un látigo abraza la filosa arma y arrastra al perturbado sobre la vieja madera. El arma blanca se resbala de las manos de su dueño y es enviada por James a la pared del fondo. Que es herida por su filo. Allí se yace suspendida, como decoración sobre la pianola. El pobre leñador se allá indefenso ante el espejismo mágico. Aterrorizado da la espalda al par y se arrastra. Temblando se para y sale corriendo del lugar. —LOS PERROS ME QUIERREN COMEEER, NO VUELVO A PATEAR A UN CAN EN MI VIDAAA!!!—. —Grita el ebrio en medio de su huida. Adiel y su hijo se mueren de risa, mientras recogen sus cosas y le dejan un suculento muslo de pavo al perro. El motivo de tal disputa. En el exterior Dárion y todo el comercio observa la demencia de la victima. —Ja, con que fobia a los perros. >>Estúpido ebrio. ((Esto me huele a que hizo fiesta el viejo zorro))—. —Se burla y dice para si Dárion. —Huy apesta a ron. >>Asqueroso loco—. —Comentan un grupo de damas en un local de carpintería.



Mientras muy alegres los bardos empiezan a buscar que llevarse; pues Lockie y la clientela estarán un buen rato dormidos. —Bueno, James se discreto y toma provisiones que yo me llevo este barril de cerveza—. —Dice Adiel con un gesto pícaro que es enmarcado por una gris cabellera. —Siii, lo dice el señor discreción. >>Si quieres llévate uno que sea más grande—. —Dice James en tono sarcástico al tiempo que se desata la capucha negra. Entra al otro lado del bar y abre la puerta de la despensa. Donde empieza a surtirse de trozos de carne cruda. —Hey, mas respeto que soy tu padre que te crees que porque tienes huevos de hombre me puedes salir con tus chistecitos—. —Regaña el padre a su hijo, mientras posa el barril sobre la barra. Saca una fundita para echar las monedas en ella y se pone su sombrero de ala ancha, mientras pone el saquito en un bolsillo de su pantalón. Le deja un par de monedas a Lockie junto a su peludo brazo. —Me llevo el banjo ya que no le dan uso. >>Jim, carga tu odre que yo me llevo el mío.

En eso James le hace un lazo a su capucha donde se lleva sus buenos pedazos de cordero fresco y se topa con otra bota de vino, la cual suma al botín y sale de la despensa. Coloca la capucha a rebosar de carne en la barra para colgarse los dos odres y pasa a ver la pared del lado izquierdo del local. Allí se coloca información de misiones y papeles de se busca. Los cuales tienen recompensas. James arranca unos cuantos avisos de estos; para su asombro se encuentra allí con una ilustración inconfundible…
—PAPA!!!—. —Le grita asombrado el joven a Adiel. —Que pasa Jim, alguna paga con muchos ceros—. —Responde relamiéndose a su hijo. —No. >>Solo mira este papel de se busca—. —Dice decepcionado el muchacho. James le pasa el papel a su padre sin mirarle la cara y cierra los ojos, pues ya sabe la reacción que tendrá. Adiel le quita el papel amarillento a su hijo y lo que ve lo sobresalta. El coraje y la sorpresa se dibujan en un solo gesto facial. —Por Lyrien, el cabezotas de Dan se ah unido al ejercito del Rey Ragaz y el hecho de que en la ilustración salga transformado no es lo mas que me molesta sino porque mierda acepta a un Hombre Oso como compañero—.
—Comenta alterado el Señor Adiel. —Padre si lees la información te enterarías de que mi hermano es líder de esa facción compuesta de Licántropos y Vástagos. >>Están saqueando los pueblos de la costa Oeste del Reino que se resisten a los deseos del Rey—. —Le informa James a su conmocionado padre. —Si, es una pieza de ajedrez en el juego de ese bárbaro. >>Ragaz seguro lo que quiere es apoderarse de los puertos de esa zona. >>Ahí que abrirle los ojos al idiota de Dan y a todos los licántropos posibles—. —Sugiere Adiel al meditar la situación. >>Los usa como animales de carroña y no se enteran. >>Expandiendo su imperio de terror a costillas nuestras.
—Aumentando el pánico en los pueblos enfatiza el rechazo que nos profesan. >>Será CABRON!!!. >>Seguro les ofrece una patraña pero nos ve igual que todos; como bestias nacidas para matar—. —Vocifera James en la barra, mientras golpea la misma con su puño. —Si el Másibal logra lo que estamos pensando obtendrá poder marítimo; surgirán los conflictos en altamar que ocurrieron en antaño y con las naves su dictadura llegara a Arkha y demás tierras occidentales—.
—Concluye Adiel y guarda el papel. —No solo eso; los Másibales tendrán libertad de venir aquí con mas facilidad. >>Ningún jefe de esos puertos que todavía sean libres podrán negarse a Ragaz o sus compatriotas. >>Los que lleguen no tendrán mas ley que la suya y comercios que les convengan a ellos o al Rey—. —Dicho esto James toma su capucha llena de carne.

Salen del bar inquietos con su botín hacia la herrería a buscar el escudo armado. —Dárion, ¿ya esta el escudo?—. —Pregunta Adiel mientras observa los alrededores. —Claro. >>¡Como lo dudas perro canoso!. >>Aquí lo tienes—. —Le dice con total confianza el ciclope. >>Los noto algo apurados; ¿porque será? Jajaja—. —Se burla Dárion, pues ya conoce las costumbres de los Olrac. —Toma Jim, este escudo es mi regalo. >>Hoy es tu ultimo día en la jauría ya eres un hombre—. —Le dice el señor Olrac a su hijo con un gesto pícaro y feliz en su rostro. —¡De verdad es para mi!. >>Gracias papa. >>Nunca lo dejare botado—. —Dijo James emocionado. Sus ojos brillaban expectantes ante las púas traslucidas como el vidrio y duras como el acero. Le dio las ropas llenas de carne para colocarse el escudo en la espalda. Le daba un aspecto de un humano con caparazón. —Bueno, toma tu capucha repleta de carne que nos vamos de aquí—. —Le advierte el señor Adiel en un tono apresurado. —Si. >>Mas vale que se larguen que el supuesto demente se lanzo del campanario y lo que dejo fue un charco carmesí frente a la plaza—. —Les informo Dárion muy seriamente. —Por eso el escándalo se hizo mayor. >>Ya veo—. —Dice Adiel preocupado. —Correcto y ahora los guardias están investigando el porque de su muerte—. —Le comenta el herrero.

En eso llega corriendo Acacia con su hija y James se agacha al sentir el celaje de la mano de su madre que termina en un golpe fallido. —No me cabe duda, lo ocurrido fue causado por uno de tus hechizos—. —Dice Acacia disgustada. —Hermano el borracho cayó e hizo el mismo ruido de los huesos al romperlos en la comida—. —Dijo muy contenta la pequeña ingenua. —Raquel lo que viste no fue un chiste, así que borra esa sonrisa sino quieres un castigo—. —Regaña Acacia a la pequeña bardo. Adiel leda el banjo a su señora la mira a los ojos y suspira. —Ahí noticias peores tenemos que recoger las tiendas y partir de inmediato al Oeste. >>Dan esta poniendo en juego su lado humano; tenemos que encontrarlo—. —Le comenta a su esposa, apesadumbrado. —Bueno, yo tengo que entregar un pedido personalmente a unos pueblerinos, en los muelles cerca de la desembocadura del río—. —Comenta Dárion, mientras se acaricia el mentón. >>Sino te molesta Adiel. >>Podría ir con ustedes y de paso recordamos viejos tiempos. —Claro porque no troglodita. ((Alguien que tiene sangre de gigante en las venas es de mucha ayuda en la batalla)) Recoge todo lo que necesites que nos vamos con el ocaso—. —Dice reservándose sus pensamientos el señor Olrac.

Dárion llena su gran bulto de cuero curtido con el arsenal que va a entregar. Coloca algunas provisiones en el mismo y agarra su enorme martillo que lo ah acompañado desde su juventud; mucho antes de asumir la profesión de herrero. Llena una fundita con monedas y cierra su taller de herrería. —Antes de irme debo dejar el taller a cargo de mi ayudante y entregarle las llaves del lugar. >>Nos vemos al rato en la salida—. —Da media vuelta y se despide el ciclope que se aleja y se pierde de vista en unas callejuelas cercanas. Los Olrac siguen su camino hacia la entrada del pueblo y empiezan a cantar una melodía que distrae al guardia del portal. Acacia y Raquel danzan al ritmo de la música, mientras los dos picaros hacen una reverencia al guardia de armadura gris. El efecto de su acto imposibilita que el honorable portero vea el barril de cerveza y demás posesiones hurtadas. Siguen el trayecto y al llegar a la comuna avisan a la jauría de lo ocurrido y comienzan a desmantelar las tiendas y a preparar todo para marcharse. —Madre esta carreta es nueva en el grupo ¿de quien es?—. —Cuestiona curioso James, mientras acaricia el lomo de uno de los lobos gigantes que estaban unidos a esta por un yugo. —Es la tuya James. >>Es nuestro obsequio por tu nueva vida a punto de iniciarse. >>No vas a comenzarla a pie o si—. —Dice Acacia a su hijo con un grupo de miembros de la comuna a sus espaldas y la pequeña Raquel delante de ella.

La escena del momento fue enmarcada con el inicio de una nevada. Los copos de nieve caían mientras el joven bardo trataba de contener la sensación calida de sentirse tan apreciado por los suyos. Tras varias zancadas abraza a su madre y la levanta del suelo. —Suéltame muchacho que ahí que tener todo listo antes de que caiga el sol—. —Dice con alegría la señora Olrac al tiempo que su hijo la deposita en terreno firme. Entre tanto en una calle estrecha; Dárion llega a una humilde casa a unas cuantas cuadras del camino principal del pueblo de Overton. Da unos toquecitos a la puerta y una mujer menuda y percudida le abre la misma. La pobre señora no alcanzaba a ver más allá del abdomen del ciclope por lo que alzaba su mirada cansada para mirarlo al ojo. —Buenas tardes señor Dárion, enseguida le aviso a mi hijo de su presencia—.
—Dice cortésmente la mujer de ojos color miel y ropas marrones. >>Si no es molestia pase y siéntese como en su casa—. —La señora se aleja y cruza la sala principal y entra a un cuarto.

Dárion se encorva un poco y entra a la sala, seguido cierra la puerta y se acomoda en el suelo de la estancia. Se pone a jugar con las llaves de su herrería y piensa que los muebles del lugar son muy frágiles para el. Pero el muro de piedra le servia de espaldar. Al momento un joven fornido con el torso desnudo sale del cuarto. —Buenas Jefe como se encuentra. >>Que me toca forjar hoy en la herrería o quiere que lleve un encargo ya terminado—. —Le dice el joven de pantalones gastados sin mirarlo a la cara con un tono que solo expresa el desgano que le causa la monotonía diaria. —Estoy bien y necesito un favor tuyo. >>Me voy a entregar las armas que me pidieron en el oeste personalmente; si te enviara a ti, seguramente no regresarías vivo y yo intimido mas que tu. >>Voy a dejar el negocio en tus manos en lo que este fuera de Overton—. —Le informa fríamente al muchacho sobre sus nuevas responsabilidades. —Pero Jefe lo que hará significa armar a los oprimidos por Ragaz; es darles esperanzas de una resistencia y puede que el reino lo declare enemigo—. —La preocupación se refleja en el rostro del muchacho de piel de bronce. —Yo que tú me preocuparía por ponerme un abrigo porque ha comenzado a nevar y mas te vale mantener la herrería a flote mientras no este. >>No quiero perder mi clientela—. —Le advierte Dárion un poco molesto. >>Además el dinero es el dinero y ningún honorable trasero real me va a decir a quien debo vender mi trabajo o no. >>Entendido Clastos, ahora tráeme esos guanteletes mágicos que te ordene esconder. —Pero señor Dárion usted me dijo que el día en que volviera a pedirme a Relámpago y a Centella era porque volvería hacer algo más que crear espaditas en una fragua—. —Le recuerda Clastos a su maestro de herrería. —Correcto y ese día esta cada vez mas cerca—. —Le responde el ciclope a Clastos con una sonrisa maliciosa. —Bueno sígueme hasta el sótano, ya que veo que es muy urgente y es más fácil para usted cargarlos—. —Empiezan a caminar hacia el cuarto de la izquierda y Dárion se cruje los dedos en el trayecto.

Clastos mueve unos cajones y abre una puerta en el suelo del interior emanan nubes de polvo. Descienden por una escalera y allí estaban el par de guanteletes de acero que tienen un arcano grabado y dividido por las dos piezas metálicas. Dárion fue y se los puso. El metal al estar en contacto con su piel se ilumino en el área de los grabados. Centella brillaba en un rojo intenso en su siniestra, mientras de Relámpago emanaba una luz blanca e inquietante en su mano derecha. Una corriente eléctrica navego por todo el cuerpo del semigigante y en un gesto de relajación total truena su cuello y se dibuja una sonrisa franca en sus labios. —Bueno es todo. >>Toma las llaves del taller y esta es la despedida; nos veremos algún día muchacho—. —Se retira dando un saludo militar a Clastos y sube las escaleras apresurado. Clastos va detrás y cierra el sótano. El ciclope llega al comedor agarra una barra de pan duro y la devora. —Cuando el martillo no sea suficiente de mis manos nacerá el trueno—. —Dice Dárion al terminar de comerse el pan.

Sostiene su martillo con Centella y lo recuesta de su hombro. >>Ah, Clastos. >>Para la próxima, dile a tu madre que me ofrezca aunque sea agua. El joven le abre la puerta mientras se agacha y sale de la casa. Clastos le da un estrechon de manos y cierra la puerta. Dárion apresura el paso por las callejuelas hasta dar con el camino principal. Ve por ultima vez su local como queriendo despedirse de algo inerte. Observa que ya los guardias están en los predios del Bar de Lockie y empieza un andar más natural hasta la salida de Overton. Ya esta frente al portal el cual encuentra cerrado. Va hacia donde el guardia y le dice que tiene que salir a entregar un encargo de su Herrería. —Esta comenzando a anochecer y las puertas se cierran hasta el amanecer—.—Le comenta el guardia con firmeza al ciclope. —Eh, no se, pero creo que soy lo suficientemente GRANDE!!!. >>Para cuidarme solo allá afuera. >>Así que abre la puerta, pequeñín cubierto de placas de acero—. —Le dice Dárion en medio de una carcajada. —Bueno fanfarrón, ya que te sientes muy listo te dejare pasar y espero no encontrarte por el olor a putrefacción—. —Dice con desden el guardia al gigantón.

Dárion se queda atónito al escuchar semejantes palabras de alguien que es como un bastón de madera vieja entre sus manos que se rompe con facilidad. El guardia abre las puertas y el ciclope sale del pueblo. Ante él esta la caravana de carromatos lista para partir y se dirige hacia la carreta que dirige Adiel. —Bueno, saco de pulgas en cual de estos carromatos me monto—. —Dice sonriente el ciclope a su viejo amigo. —Serás el primer pasajero que lleve mi hijo a algún lugar el solo—. —Le dice Adiel con una carcajada. Se va caminando hasta la carreta de James y se monta en ella. —Bueno muchacho espero que seas menos cabezotas que tu padre—. —Le comenta un poco cortante el ciclope al joven bardo. —Agarrese bien señor Dárion que la aventura apenas comienza—. —Le sugiere James con una sonrisa que Dárion define como la de un hijo de Perra. El astro incandescente se oculta y la caravana de los Olrac se va alejando de Overton y del norte de Edrest. El ruido de las ruedas se hace cada vez más tenue. Hasta que todos se hacen uno en la oscuridad.

“Entre gusanos y amores”


Tu presencia es un espectáculo
Para mis sentidos que se estremecen,
Ante tan hermoso monumento.
Contemplando la obra de tu cuerpo.

Tu mirada me hace pesar
Que eres un ángel infernal.
Que perdió la facultad de volar
Y decidió al hombre deleitar.

Te observo lejana
Y siento que me quemas.
El amor como los gusanos
De los despojos se alimenta.

Mariposas lujuriosas
De mi mente se apoderan.
Cual idiota me lanzo al vacío.
Igual que aquellos de los que me he reído.

Incubus - Edward (Eddie) Franceschi

20 Años antes de los hechos del virus X, en Valley Hills:

—Bang, Bang, las deudas se pagan antes de la fecha acordada, estimado cliente del Casino Franceschi. —Dijo el pequeño Eddie con el ceño fruncido, con una pistola de juguete en mano. —Verdad, que lo hice como mi papá, o no Colmillos. —Dijo alegremente el niño. —No diga eso en alta voz Edward, o su padre se molestara. —Dijo el guardaespaldas, asustado mientras miraba a todos lados. —No te preocupes, el todavía no regresa del trabajo—. —Articulaba el niño, riéndose—. >>Le tienes miedo a mi papá, igual que la mayoría de la familia y eso que lo ven a diario pues trabajan para el. —Disculpe Edward ¡pero como usted sabe, el proceder de Don Eduardo!. —Exclamo Colmillos indignado—. >>Usted tiene prohibido ir a las facilidades del casino. —Simple. —Dijo Eddie, con un gesto de despreocupación. >>Cuando salí ayer de la escuela antes de la hora regular, no llame al chofer ya que el casino queda mas cerca que la mansión, además mi padre trabaja mucho y casi no lo veo, siempre me deja a cargo de algunos de sus guardaespaldas. —Dijo con tristeza—. >>Así que fui a verlo, me escurrí sigilosamente hasta llegar a la ultima planta del casino, hasta donde esta la oficina de mi padre, asegurándome de no ser visto, me acerque a la puerta entreabierta, porque desde el final del pasillo se oía la voz de trueno de el, exigiéndole a un cliente que pagara la deuda, aparentemente el plazo había terminado por lo que mi padre saco la magnum .357 y le hizo mierda la rodilla izquierda. Termino diciéndole que si no pagaba antes del anochecer no la iba a contar. —Relato el pequeño como si de una película se tratase. —Por eso esta hoy castigado, por curioso, se le fue prohibido ir a las clases de boxeo, vas a perder un fin de semana de entrenamiento. —Le espeto, el Colmillos. —Eddie se sale riendo. —No importa, total mi padre vendrá a la noche y si esta desocupado, continuare las clases de lucha grecorromana y cuando sea mayor seré como Kurt Angle, el de la lucha libre, se muchas llaves y boxeo para tener solo ocho años es mas que suficiente. —Dice el pequeño orgullosamente—. >>Ahora que lo menciono, voy a verla en la televisión, hasta más tarde Colmillos, nos vemos. —Dijo mientras corría entusiasmado hacia la mansión.

Tan pronto, Eddie entra a la mansión, Colmillos recibe una llamada a su celular, cual era sospechosamente de color rojo. Del otro lado de la línea, se escucha una voz profunda y siniestra a la cual Colmillos reconoce como su jefe, el cual le pregunta… —¿Cómo va la primera fase del plan? —Bueno jefe, me alegra comentarle, que ya Don Eduardo, gracias a la confianza ciega que me encargado de ganarme, firmo el traspaso de propiedades, a su nombre, haciéndole creer, que era el contrato de otro de sus negocios. Haci que la mansión y el casino desde ayer, por la mañana, es oficialmente propiedad del líder de los monos rojos. —Dice Colmillos complacido. —Excelente, mi leal Colmillos, ahora pasemos a la siguiente etapa, necesitamos los contactos, los más importantes clientes del contrabando de armas, de los demonios azules, necesito sobornarlos, para que no se metan en mis asuntos, esas autoridades. Lo harás de la siguiente forma, una vez la información sea encontrada, le tomaras fotos con el celular y me mandaras las mismas a mi correo electrónico, procura no ser visto en la jugada. Acto seguido, como todos los sábados, los demonios se reúnen en la mansión, al anochecer, le prenderas fuego a la misma, después llamaras a mi chofer, para que te recoja, quedo claro, Colmillos. —Concluyo el sombrío personaje. —Si, iniciare el plan, tan pronto pueda, jefe. —Dijo Colmillos con seriedad.

Haci se comenzó a fraguar, el fin de una era, en la cual el bajo mundo estaba dividido, por dos mafias dominantes y con ello el inicio de otra, en la cual los monos rojos serian la única y suprema, mafia de Valley Hills. Mientras el pequeño heredero de Don Eduardo, observaba la lucha libre, emocionado, dentro de su cuarto. Colmillos guardaba el celular, en un bolsillo de su gabán y se quedo parado, cerca del portón que daba acceso a la mansión, el portal de hierro negro se levantaba, entre muros de ladrillo, cubiertos de enredaderas como jardines colgantes, que servían para ocultar cámaras, para ver quien entra y sale de la propiedad. Al momento, se ve a la sirvienta, saliendo de la mansión, baja las escaleras apresuradamente y se desplaza por el camino, bellamente adoquinado, hasta dar con la entrada. —Buenas tardes Colmillos, podrías abrirme el portón, necesito ir a comprar unos ingredientes, para la cena de esta noche de los Franceschi. —Le dice, tímidamente la mujer. —¡Por supuesto! —Exclamo Colmillos—. ((Esta es la oportunidad que esperaba, si ella se larga, solo estará, el pequeño cabeza de tomate.)) —Dijo para si, el vil infiltrado.

Acto seguido, se dirigió hacia el muro de la derecha, marco el código para abrir el portón, y vio como, la sirvienta se marcho, hacia el centro comercial. Prosiguió a cerrar el mismo, se giro y puso manos a la obra, saco unos guantes negros y se los puso, con gallardía se encamino, hacia la estructura renacentista, que lo espera imponente. Colmillos va caminando, hasta donde se encuentra la hermosa fuente de estilo renacentista, la cual consiste, de un Sátiro con un odre en manos, del cual sale un cristalino chorro de agua, el mismo que cae sobre una ninfa con gesto de ingerir el ficticio vino, todo esto esculpido en un puro mármol blanco. ((Primero iré a la biblioteca de la mansión, para buscar el libro de direcciones de Don Eduardo.)) —Gestaba minuciosamente, el mono rojo en su cabeza. Subió las anchas escaleras, de piedra blanca como el marfil y procedió a abrir sutilmente, la puerta de ébano, deliciosamente grabada con diseños silvestres. Automáticamente se encuentra en la antesala del edificio, en la cual se escurre sutilmente, dando suaves pisadas, sobre el suelo jaqueado de gris y blanco. Al llegar a la sala con muebles elegantes, de madera negra, como la noche mas oscura.

Colmillos da un discreto movimiento, hacia su izquierda y se dispone a subir a la segunda planta de la poco colorida estructura, cuya armonía solo se ve alterada, por tapices y cortinas de color turquesa. Sigue su nuevo peregrinaje por las largas escaleras de ébano, cuales barandales, de llamativos adornos en formas de hojas y ramas, que se entrelazan, hasta terminar en una figurilla de un serafín cornudo. Una vez ya en el segundo piso, se recuesta de la pared y se desplaza hasta el tercer cubículo. Se cerciora de que Eddie este distraído, lo cual confirmo al verlo, por una sutil abertura de la puerta, allí estaba el pequeño pelirrojo de expresivos ojos verdes, entrenándose haciendo lagartijas y saltando cuica. Colmillos procuro que el niño diera la espalda, para continuar el sendero, hasta el sexto cuarto, lo cual logro, con cautelosos movimientos de experto ladrón. Ya en ese punto el mono rojo se encontraba frente a la biblioteca, antes de entrar, se quita el gabán y saca el celular del mismo, para luego introducirlo en un bolsillo de su pantalón. Pues ya sabia de ante mano que en el ala derecha del salón, estaba un busto que tenia una cámara, estratégicamente colocada en la boca del mismo, el cual cubrió con la prenda de vestir. —Definitivamente aquí se encuentra lo que busco. —Afirmo pensativo Colmillos. ((Si el busto esta a la derecha y la cámara en el, mira a la izquierda, la guía con los contactos, se encuentra en el librero, del lado izquierdo.)) —Razono, velozmente el infiltrado.

Después, Colmillos empieza a pasearse dentro de la biblioteca, se recuesta en un costado del escritorio de caoba que esta céntricamente, colocado en el salón y empieza a analizar los libros, hilera por hilera. Descubriendo que todos son de mas o menos los mismos temas. Había sobre estrategia, armas y diversos estilos de combate. También sobre compra y venta, pero había uno que destacaba entre todos, por su temática chocantemente diferente a todo lo que se encontraba en el librero, era “La divina comedia” de Dante. Entonces, el astuto pícaro, se sentó en la silla que hacia juego con el escritorio. Abrió la obra del poeta italiano y allí estaba, la fuente del poder de los demonios azules, el directorio con la información de sus mas importantes clientes. La libretilla, jugaba el papel del marcador del libro. Cerró el libro y se adueño del marcador que era de cubierta negra con estructura fina y larga. Colmillos toma su celular para llamar a su misterioso líder, marca el numero y le responden… —Bueno que a pasado colega. —Articula seriamente, su jefe. —Jefe, lo llamo para decirle que no tendré que tomar las fotos, pues la información esta en una pequeña libreta, la cual puedo llevarle personalmente. —Dijo en tono burlón, el infiltrado. —Perfecto, entonces esta noche, termina tu farsa Colmillos y destrúyelos que tenemos que celebrar, buaajajaja. —Se expreso satisfecho el oscuro líder.

Esa noche en el comedor de la mansión, estaba servido un gran festín de pastas y toda clase de manjares mediterráneos. Todos los Franceschi con sus familias se dieron cita al evento semanal. Sus vehículos estaban aparcados en el patio trasero del edificio, donde usualmente dejaban trailers, llenos de mercancía ilegal, rodeados, de ostentosos jardines con arbustos, dadores de sombra. Mientras todos comían y hablaban de asuntos familiares, Colmillos baño los alrededores con gasolina. Allí estaban todos con sus corbatas azules y cinturones a juego, sus señoras e hijas con algún accesorio de dicho color. Adentro brindaban con vino tinto y los niños jugaban en el interior del lugar, el infiltrado dio comienzo al siniestro, el fuego se esparció rápidamente. Las mujeres entraron en pánico, algunos niños lloraban de la impresión y los hombres trataban de escapar. Al rato pedazos de vigas empiezan a caer, como bolas de fuego al suelo y allí estaba Eddie esquivando los obstáculos ardientes, observando como miembros de su familia morían aplastados por los escombros infernales.

El fuego parecía que lo asechaba, bloqueando las posibles salidas para el niño, como un depredador etéreo detrás de un tierno cervatillo. Solo se oían gritos guturales, sollozos de dolor y angustia que acentuaban el desastre con un aire devastador que impactaba la psiquis del pequeñuelo. Voces que clamaban ayuda se escuchaba en la lejanía con escandalosas explosiones, provenientes de la parte trasera de aquel hades. De pronto Eddie se acerca a un gran ventanal, que le brinda una vista panorámica de aquellos estallidos, eran los autos que reventaban uno tras otro como hileras de fuegos artificiales. El calor era asfixiante y pronto el niño empezó a arrastrarse bajo las nubes de humo de aquel lugar hasta dar con el comedor y allí vio a su padre, tendido en el suelo con un madero que imposibilitaba su huida. Eddie se acerco a su papá a gatas, con ojos llorosos trataba de liberarlo de su fogosa prisión. —Saca mi billetera y sal de aquí Edward. —Dice adolorido, Don Eduardo. —Pero pap… -exclamo el pequeño. —Pero nada, solo has lo que te digo y lárgate. —Le interrumpe el Sr. Franceschi.

Entonces Eddie busca la billetera, en contra de su voluntad y la guarda en su vestimenta. Se levanta y empieza a caminar acongojado. En aquel momento colapsa un pedazo del techo sobre su espalda, Eddie se revuelca de dolor pues el mismo rebosaba de llamas. Mientras afuera de ese dantesco lugar, se encontraba Colmillos, llamando al chofer de su líder, para que lo fuera a recoger. —Buenas noches; Nudillos ya puedes venir a buscarme, te e dejado el portón abierto. —Dice risueño, Colmillos. —Allí estaré con el jefe en media hora. —Responde el chofer con seguridad y le cuelga—. —Don Emilio ya todo esta consumado en media hora partimos a la mansión. —Le informa Nudillos a su amo. —Bien; oye no sabía que estos números de esta libretita me serian tan útiles, los guardias de los laboratorios de la ciudad eran clientes de los Demonios azules. —Dice Don Emilio pensativo—. >>Después de terminar con un negocio en este local nos vamos. —Dice satisfecho el líder.

Mientras dentro del incendio; ante el sufrimiento de su hijo, Don Eduardo reacciona y gracias al flujo de adrenalina se libera del madero que lo mantenía inmóvil. Quita los escombros de la espalda de Edward. —LEVANTATE Y HUYE!!! —Grita su padre en un acto suicida. Eddie con su espalda prendida; da la vuelta y ve como el techo colapsa sobre su progenitor. —NO!!! —Grita desconsolado el pequeño. Ante el se halla una plasta de carne y sangre; molida por un sólido peso, la cual hasta hace unos minutos era su padre. Lagrimas de rabia e impotencia; surcaban el tierno rostro de Eddie, mudo se aleja de la escena. Hasta que el calor y quemazón del fuego; lo sacan del deprimente letargo, desesperado busca la salida. El niño en llamas da con la entrada principal; trata de abrir la puerta pero es inútil, corre hacia el salón de su izquierda y se lanza corriendo por el ventanal. Cae torpemente al césped y se fractura el brazo derecho con el brusco impacto; rueda sobre la verde yerba a son de gritos y sollozos, ya adolorido se levanta y camina hacia la fuente sin esperanzas.

Sostiene su maltrecho brazo y tropieza en el sendero adoquinado, de rodillas se arrastra Eddie hasta dejarse desfallecer en las aguas de la fuente. El refrescante líquido da alivio a su curtida espalda; asoma su rostro, sobre el borde de mármol blanco que mantiene prisioneras las aguas. Lo que sus ojos ven lo dejan atónito, un Cadillac negro da la vuelta a la fuente y se detiene. Del mismo baja un chofer que disfruta de un habano y para su sorpresa ve que Colmillos se le acerca con total confianza. —Como vez todo salio a la perfección; ni una sola gota queda de combustible, en este galón—. —Dice con alegría el pelinegro farsante. —TRAIDOR!!!—. —Grita el niño, sumido en la rabia. >>Mi padre confiaba en ti; durante años te confío a mi, su hijo, para que me protegieras y sales con esto—. —Dice con total indignación, Eddie. >>¿Por qué? —pregunta el niño decepcionado. Entonces colmillos y el chofer en medio de una risa enfermiza; se quitan los gabanes y enroscan las mangas izquierdas de sus camisas, revelando un tatuaje de una silueta roja de un simio. —Porque siempre he sido un Mono rojo, ajajá.

El destape del rojizo símbolo impacta la mente del niño; ante una escena en la cual diferentes emociones fuertes, bailan una misma pieza con el fuego, como quinceañera en su vals. Todo el lugar es alumbrado de destellos naranjas dándole un aspecto grotesco al auto y al par de monos. Hasta la fuente refleja el infernal paisaje que irónicamente es la figura de un acolito de Baco. —Esto pasa cuando no aceptan negocios con nosotros, pequeño cabeza de tomate. —Le dice el chofer a Eddie, mientras suelta una bocanada de humo de su habano. El chofer abre la puerta estilo suicida del auto de colección; en el fondo del oscuro asiento trasero, yace una figura avejentada con lentes que reflejan las danzantes llamas. Seguido el Colmillos se sienta al lado y el misterioso líder lo saluda con un estrechón de manos. —Bueno ahora lo mas adecuado es, irnos a disfrutar de una buena cena. —Sugiere Don Emilio—. >>Niño; será interesante para mi, observar hasta donde puedes llegar solo—. >>Cuando seas adulto ven por mí; ya que seria muy fácil tomar tu vida, en este momento—. >>Adoro los retos y en este momento; no eres nada, nos veremos en el futuro. —Se despide con un reto, el sombrío líder del desolado Eddie.

Nudillos cierra la puerta, se despide de Eddie quitándose el sombrero y abre la puerta del conductor. Le tira el cigarro en la cara al niño, prende el auto y arranca. —Nos veremos pronto cabeza de tomate—. —Se despide el chofer, mientras el Cadillac se aleja de la fuente. El auto baja el camino adoquinado y atraviesa el portón negro que esta abierto a plenitud. En ese momento en Valley Hills; se escuchan sirenas, mientras los monos rojos se dirigen hacia las afueras de la zona a celebrar. Eddie sale de la fuente; lloroso e impotente y se sienta en el suelo de adoquines, saca de su ropa la billetera de su padre y la abre. En ella encuentra dinero y documentos arrugados por las aguas; son la llave a su sobrevivencia, pues ahora es huérfano.

Desconocida


A la desconocida pero deseada.
La que despierta el animal que llevo dentro
Con solo mirarla.
A ella dedico este trozo de mi alma.

Ojala pudiera darle
Un poco de mi amor.
Pero esta lejos de mi alcance
Como las estrellas y el sol.

Eres lo más hermoso
Que mis ojos han visto.
Eres mi tentación, la cual no olvido.
Despiertas el fuego sin apagar el cariño.

Te llevo dentro
En lo más profundo del corazón.
Eres fruta que devoro con meticuloso sigilo.
Peligrosa como el espino, delicada como el algodón.

El primer Semigigante

En la primera era, los dioses arcanos, crearon un puñado de razas para que vivieran en el mundo que formaron. Entre estas primeras criaturas se hallaban los gigantes, seres que en su etnia, un gran porciento nace con anomalías en sus cuerpos. Desde Bicéfalos con varias extremidades o un enorme y único ojo en el rostro. Si los dioses no los favorecían era muy posible que compartieran mas de uno de estos rasgos o quizás todos. Menos de la mitad de su raza son iguales a un humano con la diferencia de su desmesurado crecimiento y fuerza bruta de igual magnitud. Pues volviendo al relato en esta época existió un gigante puberto de nombre Randiot, que gustaba de ayudar a las demás razas en especial a los humanos, con los que guarda un gran parecido.

Era diestro en la agricultura, vivía de la recolecta de frutos y cazaba en los bosques que para entonces eran mas extensos. Aprendió a pescar observando a los osos en los cuerpos de agua dulce. Como un coloso de trece años era tomado como un humano adulto que resaltaba de entre todos por su estatura. Su corpulento cuerpo sin rastro de grasa y el rebasar a los hombres más altos, por una cabeza y media, lo hacían muy popular entre las féminas. Era de carácter afable y de aspecto tosco y varonil. Una melena negra como el azabache, rebelde y salvaje, enmarcaba su rostro anguloso. Sus grandes ojos soñadores eran como el ónix pulido que bailaban inquietos bajo un par de pobladas cejas negras.

Un día Randiot iba caminando colina abajo y lucho mano a mano con un oso apenas entrar a los predios del bosque. El pequeño gigante media fuerzas con el mamífero y en medio del pulseo le quiebra las patas con sus manos. El oso gruño de dolor y en un movimiento rápido quedo preso de un candado al cuello por Randiot. De las manos del adolescente manaba la espesa sangre, gracias a los cortes de las zarpas del úrsido. Pero ahora las armas naturales del mamífero pendían inertes desde las muñecas. El grito indescifrable del animal se tornaba cada vez más tenue ante los poderosos brazos del gigante. Débilmente el oso comienza a patear las piernas de su opresor pero fue inútil. Un chasquido de huesos hizo eco entre los árboles y el oso callo muerto.

—Hoy parece que la presa vino sola a las manos del verdugo—. —Dijo Randiot mientras se sacudía el sudor de la frente perlada con el antebrazo. Levanto a su valiente rival caído en lucha y lo cargo como si de un saco de naranjas se tratase. Las manos heridas, le ardían y no paraban de chorrear sangre. Al terminar de cruzar el bosque ya se sentía débil por la pérdida del líquido sanguíneo. Ante el, a lo lejos se alzaba un rustico poblado agrícola, el sol del medio día castigaba su musculoso cuerpo como si fuera carne a las brazas. —El espíritu de esta fiera debe de estar cobrando venganza desde el mas allá. >>Por que me siento como carne de oso a medio cocinar—. —Suspiro del calor el gigante, mientras llegaba a las primeras casas del lugar.

Randiot a paso lento llego a la puerta de la casa más cercana y la golpeo con insistencia. La puerta se abrió tan rápido como fue embestida por el gran puño del muchacho. Una mujer cubierta con escasas pieles de lobo se paro ante el y le grito. A pesar del maltrato verbal del momento, el colosal adolescente sufrió una erección pues desde su altura se divisaba un sinuoso y erguido busto color canela. —Disculpe señor ahora entiendo el apuro, tiene las manos heridas, POR LOS DIOSES!!!—. —La joven mujer de ojos verdes noto como el gigante estaba medio adormilado por la perdida de sangre. Lo dejo pasar y lo hizo acostar en su cama de paja y llevo con dificultad al oso muerto, hacia la hoguera. Preparo agua tibia en un caldero y la llevo a su habitación.


Le limpio las heridas al joven que a su ver, le estuvo apuesto. —¿Que lo trae hasta aquí?, señor—. —Pregunto la mujer de pelo trenzado al herido. —Venia a vender todo lo que se le puede sacar a un oso para vivir—. —Dijo Randiot, mientras la joven le empezó a ponerle un ungüento en las heridas. >>Perdone amable mujer, pero ¿como se llama?—. —Le pregunto el gigante, con una sonrisa cautivadora. —Aldemáris y usted señor—. —Le contesto durante el proceso de vendarle las manos con tiras de lana blanca. —Yo me llamo Randiot y es un placer conocerle—. —Dijo el puberto con un gesto de dolor. Su cuerpo brillaba por el sudor y en su cara se insinuaba la sombra de una barba que no ha visto navaja aún.

Aldemáris se fue hacia donde yacía la presa y con una piedra afilada comenzó a desollar las carnes ante la lumbre. Una vez la piel de oso dejo el crudo alimento a la vista, la mujer clava su rustico cuchillo en pleno pecho del animal. Dejo caer el torrente de sangre dentro de otro caldero y dejo que se coagulase un poco con la tibia caricia del calor del fuego. Echo la sustancia roja y semisólida en un cuenco para llevársela a Randiot. Cuando entro a su cuarto el fornido joven estaba sentado en el montón de heno. Lucia una piel curtida que le cubría solo la mitad del perlado pecho. —Tome señor Randiot, sangre da sangre—. —Dijo muy sonriente la mujer de caderas anchas. —Y carne da carne—. —Randiot le contesto con una mirada lasciva mientras bebía el medicamento.

Aldemáris se ruborizó cuando sus miradas se unieron en ese instante. —Usted esta muy débil para pensar en esas cosas señor—. —Dijo la mujer mirando el suelo, mientras recogía el cuenco vacío. —Pero mi profanador de cavernas se siente muy fuerte y vigoroso—. —Dijo el gigante al jalarla hacia el y abrazarla. La tenia de espaldas a el y comenzó a besarle el cuello desnudo a la joven, introdujo sus manos en las escasas pieles y empezó a juguetear con sus erguidos pezones. —Desde que me acogiste en tu alcoba me estabas observando con ojos golosos. >>Aldemáris, no te resistas que lo deseas tanto o más que yo—. —Le susurro al oído Randiot. Seguido le mordisqueo la orejita con demasiada delicadeza para un miembro de su raza.

La mujer le contesta echando sus macizas posaderas contra Randiot, las cuales se encuentran con la viril protuberancia que la enloqueció. —Bueno travieso, acuéstate tú que esto no esta nada débil—. —Dijo dulcemente la mujer que hasta hace un rato estaba avergonzada y ahora era una fiera que sostenía con ahínco el miembro del joven gigante. Randiot termino de despojarse de la ropa y se dejo caer en el montón de paja seca. Aldemáris empezó a quitarse la piel de lobo que cubría la parte inferior de su delicioso cuerpo, dejando ver un húmedo y tierno vello castaño. El Gigante y ella compartieron risas picaronas, mientras la mujer apoyaba sus manos de delgados dedos sobre las abdominales del herido. Se deja caer de golpe y el sol se oculto con el musical grito de placer.

Después de esa noche de lujuria y desenfreno, Randiot se fue de su vida tal y como llego. Solo le dejo recuerdos, una piel de oso y un fruto que se forjo en su vientre. Pasaron los meses y al dar a luz descubrió que su amado fue un gigante precoz, pues el niño nació con cuatro brazos una de las anomalías de la raza de los gigantes. Historias como estas han pasado en varios lugares de Edrest a través del tiempo. De estas relaciones surgen los Semigigantes de los cuales este bebe fue el primero.

“El mar del Subconsciente”


Voy a posarme en el muelle de mi cama.
A tirar redes de sueños,
En la obscuridad que me acompaña.
A esconderme de lo real hasta la madrugada.

A vivir mí cuento eterno,
Que es luz en mis adentros.
En ellos pesco recuerdos,
Y forjo historias de héroes con talento.

A veces, amargas criaturas,
Nublan lo divino de este mundo.
Lo macabro me amenaza con el exilio,
En otras me despierta con lo sucio pero rico.

Morfeo me invita a acostarme con sus ninfas.
Así que los veo luego, voy a tirar el anzuelo.
A ver si atrapo peces,
En el mar del Subconsciente.


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