30/7/09

Incubus - Edward (Eddie) Franceschi

20 Años antes de los hechos del virus X, en Valley Hills:

—Bang, Bang, las deudas se pagan antes de la fecha acordada, estimado cliente del Casino Franceschi. —Dijo el pequeño Eddie con el ceño fruncido, con una pistola de juguete en mano. —Verdad, que lo hice como mi papá, o no Colmillos. —Dijo alegremente el niño. —No diga eso en alta voz Edward, o su padre se molestara. —Dijo el guardaespaldas, asustado mientras miraba a todos lados. —No te preocupes, el todavía no regresa del trabajo—. —Articulaba el niño, riéndose—. >>Le tienes miedo a mi papá, igual que la mayoría de la familia y eso que lo ven a diario pues trabajan para el. —Disculpe Edward ¡pero como usted sabe, el proceder de Don Eduardo!. —Exclamo Colmillos indignado—. >>Usted tiene prohibido ir a las facilidades del casino. —Simple. —Dijo Eddie, con un gesto de despreocupación. >>Cuando salí ayer de la escuela antes de la hora regular, no llame al chofer ya que el casino queda mas cerca que la mansión, además mi padre trabaja mucho y casi no lo veo, siempre me deja a cargo de algunos de sus guardaespaldas. —Dijo con tristeza—. >>Así que fui a verlo, me escurrí sigilosamente hasta llegar a la ultima planta del casino, hasta donde esta la oficina de mi padre, asegurándome de no ser visto, me acerque a la puerta entreabierta, porque desde el final del pasillo se oía la voz de trueno de el, exigiéndole a un cliente que pagara la deuda, aparentemente el plazo había terminado por lo que mi padre saco la magnum .357 y le hizo mierda la rodilla izquierda. Termino diciéndole que si no pagaba antes del anochecer no la iba a contar. —Relato el pequeño como si de una película se tratase. —Por eso esta hoy castigado, por curioso, se le fue prohibido ir a las clases de boxeo, vas a perder un fin de semana de entrenamiento. —Le espeto, el Colmillos. —Eddie se sale riendo. —No importa, total mi padre vendrá a la noche y si esta desocupado, continuare las clases de lucha grecorromana y cuando sea mayor seré como Kurt Angle, el de la lucha libre, se muchas llaves y boxeo para tener solo ocho años es mas que suficiente. —Dice el pequeño orgullosamente—. >>Ahora que lo menciono, voy a verla en la televisión, hasta más tarde Colmillos, nos vemos. —Dijo mientras corría entusiasmado hacia la mansión.

Tan pronto, Eddie entra a la mansión, Colmillos recibe una llamada a su celular, cual era sospechosamente de color rojo. Del otro lado de la línea, se escucha una voz profunda y siniestra a la cual Colmillos reconoce como su jefe, el cual le pregunta… —¿Cómo va la primera fase del plan? —Bueno jefe, me alegra comentarle, que ya Don Eduardo, gracias a la confianza ciega que me encargado de ganarme, firmo el traspaso de propiedades, a su nombre, haciéndole creer, que era el contrato de otro de sus negocios. Haci que la mansión y el casino desde ayer, por la mañana, es oficialmente propiedad del líder de los monos rojos. —Dice Colmillos complacido. —Excelente, mi leal Colmillos, ahora pasemos a la siguiente etapa, necesitamos los contactos, los más importantes clientes del contrabando de armas, de los demonios azules, necesito sobornarlos, para que no se metan en mis asuntos, esas autoridades. Lo harás de la siguiente forma, una vez la información sea encontrada, le tomaras fotos con el celular y me mandaras las mismas a mi correo electrónico, procura no ser visto en la jugada. Acto seguido, como todos los sábados, los demonios se reúnen en la mansión, al anochecer, le prenderas fuego a la misma, después llamaras a mi chofer, para que te recoja, quedo claro, Colmillos. —Concluyo el sombrío personaje. —Si, iniciare el plan, tan pronto pueda, jefe. —Dijo Colmillos con seriedad.

Haci se comenzó a fraguar, el fin de una era, en la cual el bajo mundo estaba dividido, por dos mafias dominantes y con ello el inicio de otra, en la cual los monos rojos serian la única y suprema, mafia de Valley Hills. Mientras el pequeño heredero de Don Eduardo, observaba la lucha libre, emocionado, dentro de su cuarto. Colmillos guardaba el celular, en un bolsillo de su gabán y se quedo parado, cerca del portón que daba acceso a la mansión, el portal de hierro negro se levantaba, entre muros de ladrillo, cubiertos de enredaderas como jardines colgantes, que servían para ocultar cámaras, para ver quien entra y sale de la propiedad. Al momento, se ve a la sirvienta, saliendo de la mansión, baja las escaleras apresuradamente y se desplaza por el camino, bellamente adoquinado, hasta dar con la entrada. —Buenas tardes Colmillos, podrías abrirme el portón, necesito ir a comprar unos ingredientes, para la cena de esta noche de los Franceschi. —Le dice, tímidamente la mujer. —¡Por supuesto! —Exclamo Colmillos—. ((Esta es la oportunidad que esperaba, si ella se larga, solo estará, el pequeño cabeza de tomate.)) —Dijo para si, el vil infiltrado.

Acto seguido, se dirigió hacia el muro de la derecha, marco el código para abrir el portón, y vio como, la sirvienta se marcho, hacia el centro comercial. Prosiguió a cerrar el mismo, se giro y puso manos a la obra, saco unos guantes negros y se los puso, con gallardía se encamino, hacia la estructura renacentista, que lo espera imponente. Colmillos va caminando, hasta donde se encuentra la hermosa fuente de estilo renacentista, la cual consiste, de un Sátiro con un odre en manos, del cual sale un cristalino chorro de agua, el mismo que cae sobre una ninfa con gesto de ingerir el ficticio vino, todo esto esculpido en un puro mármol blanco. ((Primero iré a la biblioteca de la mansión, para buscar el libro de direcciones de Don Eduardo.)) —Gestaba minuciosamente, el mono rojo en su cabeza. Subió las anchas escaleras, de piedra blanca como el marfil y procedió a abrir sutilmente, la puerta de ébano, deliciosamente grabada con diseños silvestres. Automáticamente se encuentra en la antesala del edificio, en la cual se escurre sutilmente, dando suaves pisadas, sobre el suelo jaqueado de gris y blanco. Al llegar a la sala con muebles elegantes, de madera negra, como la noche mas oscura.

Colmillos da un discreto movimiento, hacia su izquierda y se dispone a subir a la segunda planta de la poco colorida estructura, cuya armonía solo se ve alterada, por tapices y cortinas de color turquesa. Sigue su nuevo peregrinaje por las largas escaleras de ébano, cuales barandales, de llamativos adornos en formas de hojas y ramas, que se entrelazan, hasta terminar en una figurilla de un serafín cornudo. Una vez ya en el segundo piso, se recuesta de la pared y se desplaza hasta el tercer cubículo. Se cerciora de que Eddie este distraído, lo cual confirmo al verlo, por una sutil abertura de la puerta, allí estaba el pequeño pelirrojo de expresivos ojos verdes, entrenándose haciendo lagartijas y saltando cuica. Colmillos procuro que el niño diera la espalda, para continuar el sendero, hasta el sexto cuarto, lo cual logro, con cautelosos movimientos de experto ladrón. Ya en ese punto el mono rojo se encontraba frente a la biblioteca, antes de entrar, se quita el gabán y saca el celular del mismo, para luego introducirlo en un bolsillo de su pantalón. Pues ya sabia de ante mano que en el ala derecha del salón, estaba un busto que tenia una cámara, estratégicamente colocada en la boca del mismo, el cual cubrió con la prenda de vestir. —Definitivamente aquí se encuentra lo que busco. —Afirmo pensativo Colmillos. ((Si el busto esta a la derecha y la cámara en el, mira a la izquierda, la guía con los contactos, se encuentra en el librero, del lado izquierdo.)) —Razono, velozmente el infiltrado.

Después, Colmillos empieza a pasearse dentro de la biblioteca, se recuesta en un costado del escritorio de caoba que esta céntricamente, colocado en el salón y empieza a analizar los libros, hilera por hilera. Descubriendo que todos son de mas o menos los mismos temas. Había sobre estrategia, armas y diversos estilos de combate. También sobre compra y venta, pero había uno que destacaba entre todos, por su temática chocantemente diferente a todo lo que se encontraba en el librero, era “La divina comedia” de Dante. Entonces, el astuto pícaro, se sentó en la silla que hacia juego con el escritorio. Abrió la obra del poeta italiano y allí estaba, la fuente del poder de los demonios azules, el directorio con la información de sus mas importantes clientes. La libretilla, jugaba el papel del marcador del libro. Cerró el libro y se adueño del marcador que era de cubierta negra con estructura fina y larga. Colmillos toma su celular para llamar a su misterioso líder, marca el numero y le responden… —Bueno que a pasado colega. —Articula seriamente, su jefe. —Jefe, lo llamo para decirle que no tendré que tomar las fotos, pues la información esta en una pequeña libreta, la cual puedo llevarle personalmente. —Dijo en tono burlón, el infiltrado. —Perfecto, entonces esta noche, termina tu farsa Colmillos y destrúyelos que tenemos que celebrar, buaajajaja. —Se expreso satisfecho el oscuro líder.

Esa noche en el comedor de la mansión, estaba servido un gran festín de pastas y toda clase de manjares mediterráneos. Todos los Franceschi con sus familias se dieron cita al evento semanal. Sus vehículos estaban aparcados en el patio trasero del edificio, donde usualmente dejaban trailers, llenos de mercancía ilegal, rodeados, de ostentosos jardines con arbustos, dadores de sombra. Mientras todos comían y hablaban de asuntos familiares, Colmillos baño los alrededores con gasolina. Allí estaban todos con sus corbatas azules y cinturones a juego, sus señoras e hijas con algún accesorio de dicho color. Adentro brindaban con vino tinto y los niños jugaban en el interior del lugar, el infiltrado dio comienzo al siniestro, el fuego se esparció rápidamente. Las mujeres entraron en pánico, algunos niños lloraban de la impresión y los hombres trataban de escapar. Al rato pedazos de vigas empiezan a caer, como bolas de fuego al suelo y allí estaba Eddie esquivando los obstáculos ardientes, observando como miembros de su familia morían aplastados por los escombros infernales.

El fuego parecía que lo asechaba, bloqueando las posibles salidas para el niño, como un depredador etéreo detrás de un tierno cervatillo. Solo se oían gritos guturales, sollozos de dolor y angustia que acentuaban el desastre con un aire devastador que impactaba la psiquis del pequeñuelo. Voces que clamaban ayuda se escuchaba en la lejanía con escandalosas explosiones, provenientes de la parte trasera de aquel hades. De pronto Eddie se acerca a un gran ventanal, que le brinda una vista panorámica de aquellos estallidos, eran los autos que reventaban uno tras otro como hileras de fuegos artificiales. El calor era asfixiante y pronto el niño empezó a arrastrarse bajo las nubes de humo de aquel lugar hasta dar con el comedor y allí vio a su padre, tendido en el suelo con un madero que imposibilitaba su huida. Eddie se acerco a su papá a gatas, con ojos llorosos trataba de liberarlo de su fogosa prisión. —Saca mi billetera y sal de aquí Edward. —Dice adolorido, Don Eduardo. —Pero pap… -exclamo el pequeño. —Pero nada, solo has lo que te digo y lárgate. —Le interrumpe el Sr. Franceschi.

Entonces Eddie busca la billetera, en contra de su voluntad y la guarda en su vestimenta. Se levanta y empieza a caminar acongojado. En aquel momento colapsa un pedazo del techo sobre su espalda, Eddie se revuelca de dolor pues el mismo rebosaba de llamas. Mientras afuera de ese dantesco lugar, se encontraba Colmillos, llamando al chofer de su líder, para que lo fuera a recoger. —Buenas noches; Nudillos ya puedes venir a buscarme, te e dejado el portón abierto. —Dice risueño, Colmillos. —Allí estaré con el jefe en media hora. —Responde el chofer con seguridad y le cuelga—. —Don Emilio ya todo esta consumado en media hora partimos a la mansión. —Le informa Nudillos a su amo. —Bien; oye no sabía que estos números de esta libretita me serian tan útiles, los guardias de los laboratorios de la ciudad eran clientes de los Demonios azules. —Dice Don Emilio pensativo—. >>Después de terminar con un negocio en este local nos vamos. —Dice satisfecho el líder.

Mientras dentro del incendio; ante el sufrimiento de su hijo, Don Eduardo reacciona y gracias al flujo de adrenalina se libera del madero que lo mantenía inmóvil. Quita los escombros de la espalda de Edward. —LEVANTATE Y HUYE!!! —Grita su padre en un acto suicida. Eddie con su espalda prendida; da la vuelta y ve como el techo colapsa sobre su progenitor. —NO!!! —Grita desconsolado el pequeño. Ante el se halla una plasta de carne y sangre; molida por un sólido peso, la cual hasta hace unos minutos era su padre. Lagrimas de rabia e impotencia; surcaban el tierno rostro de Eddie, mudo se aleja de la escena. Hasta que el calor y quemazón del fuego; lo sacan del deprimente letargo, desesperado busca la salida. El niño en llamas da con la entrada principal; trata de abrir la puerta pero es inútil, corre hacia el salón de su izquierda y se lanza corriendo por el ventanal. Cae torpemente al césped y se fractura el brazo derecho con el brusco impacto; rueda sobre la verde yerba a son de gritos y sollozos, ya adolorido se levanta y camina hacia la fuente sin esperanzas.

Sostiene su maltrecho brazo y tropieza en el sendero adoquinado, de rodillas se arrastra Eddie hasta dejarse desfallecer en las aguas de la fuente. El refrescante líquido da alivio a su curtida espalda; asoma su rostro, sobre el borde de mármol blanco que mantiene prisioneras las aguas. Lo que sus ojos ven lo dejan atónito, un Cadillac negro da la vuelta a la fuente y se detiene. Del mismo baja un chofer que disfruta de un habano y para su sorpresa ve que Colmillos se le acerca con total confianza. —Como vez todo salio a la perfección; ni una sola gota queda de combustible, en este galón—. —Dice con alegría el pelinegro farsante. —TRAIDOR!!!—. —Grita el niño, sumido en la rabia. >>Mi padre confiaba en ti; durante años te confío a mi, su hijo, para que me protegieras y sales con esto—. —Dice con total indignación, Eddie. >>¿Por qué? —pregunta el niño decepcionado. Entonces colmillos y el chofer en medio de una risa enfermiza; se quitan los gabanes y enroscan las mangas izquierdas de sus camisas, revelando un tatuaje de una silueta roja de un simio. —Porque siempre he sido un Mono rojo, ajajá.

El destape del rojizo símbolo impacta la mente del niño; ante una escena en la cual diferentes emociones fuertes, bailan una misma pieza con el fuego, como quinceañera en su vals. Todo el lugar es alumbrado de destellos naranjas dándole un aspecto grotesco al auto y al par de monos. Hasta la fuente refleja el infernal paisaje que irónicamente es la figura de un acolito de Baco. —Esto pasa cuando no aceptan negocios con nosotros, pequeño cabeza de tomate. —Le dice el chofer a Eddie, mientras suelta una bocanada de humo de su habano. El chofer abre la puerta estilo suicida del auto de colección; en el fondo del oscuro asiento trasero, yace una figura avejentada con lentes que reflejan las danzantes llamas. Seguido el Colmillos se sienta al lado y el misterioso líder lo saluda con un estrechón de manos. —Bueno ahora lo mas adecuado es, irnos a disfrutar de una buena cena. —Sugiere Don Emilio—. >>Niño; será interesante para mi, observar hasta donde puedes llegar solo—. >>Cuando seas adulto ven por mí; ya que seria muy fácil tomar tu vida, en este momento—. >>Adoro los retos y en este momento; no eres nada, nos veremos en el futuro. —Se despide con un reto, el sombrío líder del desolado Eddie.

Nudillos cierra la puerta, se despide de Eddie quitándose el sombrero y abre la puerta del conductor. Le tira el cigarro en la cara al niño, prende el auto y arranca. —Nos veremos pronto cabeza de tomate—. —Se despide el chofer, mientras el Cadillac se aleja de la fuente. El auto baja el camino adoquinado y atraviesa el portón negro que esta abierto a plenitud. En ese momento en Valley Hills; se escuchan sirenas, mientras los monos rojos se dirigen hacia las afueras de la zona a celebrar. Eddie sale de la fuente; lloroso e impotente y se sienta en el suelo de adoquines, saca de su ropa la billetera de su padre y la abre. En ella encuentra dinero y documentos arrugados por las aguas; son la llave a su sobrevivencia, pues ahora es huérfano.

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