30/7/09

El primer Semigigante

En la primera era, los dioses arcanos, crearon un puñado de razas para que vivieran en el mundo que formaron. Entre estas primeras criaturas se hallaban los gigantes, seres que en su etnia, un gran porciento nace con anomalías en sus cuerpos. Desde Bicéfalos con varias extremidades o un enorme y único ojo en el rostro. Si los dioses no los favorecían era muy posible que compartieran mas de uno de estos rasgos o quizás todos. Menos de la mitad de su raza son iguales a un humano con la diferencia de su desmesurado crecimiento y fuerza bruta de igual magnitud. Pues volviendo al relato en esta época existió un gigante puberto de nombre Randiot, que gustaba de ayudar a las demás razas en especial a los humanos, con los que guarda un gran parecido.

Era diestro en la agricultura, vivía de la recolecta de frutos y cazaba en los bosques que para entonces eran mas extensos. Aprendió a pescar observando a los osos en los cuerpos de agua dulce. Como un coloso de trece años era tomado como un humano adulto que resaltaba de entre todos por su estatura. Su corpulento cuerpo sin rastro de grasa y el rebasar a los hombres más altos, por una cabeza y media, lo hacían muy popular entre las féminas. Era de carácter afable y de aspecto tosco y varonil. Una melena negra como el azabache, rebelde y salvaje, enmarcaba su rostro anguloso. Sus grandes ojos soñadores eran como el ónix pulido que bailaban inquietos bajo un par de pobladas cejas negras.

Un día Randiot iba caminando colina abajo y lucho mano a mano con un oso apenas entrar a los predios del bosque. El pequeño gigante media fuerzas con el mamífero y en medio del pulseo le quiebra las patas con sus manos. El oso gruño de dolor y en un movimiento rápido quedo preso de un candado al cuello por Randiot. De las manos del adolescente manaba la espesa sangre, gracias a los cortes de las zarpas del úrsido. Pero ahora las armas naturales del mamífero pendían inertes desde las muñecas. El grito indescifrable del animal se tornaba cada vez más tenue ante los poderosos brazos del gigante. Débilmente el oso comienza a patear las piernas de su opresor pero fue inútil. Un chasquido de huesos hizo eco entre los árboles y el oso callo muerto.

—Hoy parece que la presa vino sola a las manos del verdugo—. —Dijo Randiot mientras se sacudía el sudor de la frente perlada con el antebrazo. Levanto a su valiente rival caído en lucha y lo cargo como si de un saco de naranjas se tratase. Las manos heridas, le ardían y no paraban de chorrear sangre. Al terminar de cruzar el bosque ya se sentía débil por la pérdida del líquido sanguíneo. Ante el, a lo lejos se alzaba un rustico poblado agrícola, el sol del medio día castigaba su musculoso cuerpo como si fuera carne a las brazas. —El espíritu de esta fiera debe de estar cobrando venganza desde el mas allá. >>Por que me siento como carne de oso a medio cocinar—. —Suspiro del calor el gigante, mientras llegaba a las primeras casas del lugar.

Randiot a paso lento llego a la puerta de la casa más cercana y la golpeo con insistencia. La puerta se abrió tan rápido como fue embestida por el gran puño del muchacho. Una mujer cubierta con escasas pieles de lobo se paro ante el y le grito. A pesar del maltrato verbal del momento, el colosal adolescente sufrió una erección pues desde su altura se divisaba un sinuoso y erguido busto color canela. —Disculpe señor ahora entiendo el apuro, tiene las manos heridas, POR LOS DIOSES!!!—. —La joven mujer de ojos verdes noto como el gigante estaba medio adormilado por la perdida de sangre. Lo dejo pasar y lo hizo acostar en su cama de paja y llevo con dificultad al oso muerto, hacia la hoguera. Preparo agua tibia en un caldero y la llevo a su habitación.


Le limpio las heridas al joven que a su ver, le estuvo apuesto. —¿Que lo trae hasta aquí?, señor—. —Pregunto la mujer de pelo trenzado al herido. —Venia a vender todo lo que se le puede sacar a un oso para vivir—. —Dijo Randiot, mientras la joven le empezó a ponerle un ungüento en las heridas. >>Perdone amable mujer, pero ¿como se llama?—. —Le pregunto el gigante, con una sonrisa cautivadora. —Aldemáris y usted señor—. —Le contesto durante el proceso de vendarle las manos con tiras de lana blanca. —Yo me llamo Randiot y es un placer conocerle—. —Dijo el puberto con un gesto de dolor. Su cuerpo brillaba por el sudor y en su cara se insinuaba la sombra de una barba que no ha visto navaja aún.

Aldemáris se fue hacia donde yacía la presa y con una piedra afilada comenzó a desollar las carnes ante la lumbre. Una vez la piel de oso dejo el crudo alimento a la vista, la mujer clava su rustico cuchillo en pleno pecho del animal. Dejo caer el torrente de sangre dentro de otro caldero y dejo que se coagulase un poco con la tibia caricia del calor del fuego. Echo la sustancia roja y semisólida en un cuenco para llevársela a Randiot. Cuando entro a su cuarto el fornido joven estaba sentado en el montón de heno. Lucia una piel curtida que le cubría solo la mitad del perlado pecho. —Tome señor Randiot, sangre da sangre—. —Dijo muy sonriente la mujer de caderas anchas. —Y carne da carne—. —Randiot le contesto con una mirada lasciva mientras bebía el medicamento.

Aldemáris se ruborizó cuando sus miradas se unieron en ese instante. —Usted esta muy débil para pensar en esas cosas señor—. —Dijo la mujer mirando el suelo, mientras recogía el cuenco vacío. —Pero mi profanador de cavernas se siente muy fuerte y vigoroso—. —Dijo el gigante al jalarla hacia el y abrazarla. La tenia de espaldas a el y comenzó a besarle el cuello desnudo a la joven, introdujo sus manos en las escasas pieles y empezó a juguetear con sus erguidos pezones. —Desde que me acogiste en tu alcoba me estabas observando con ojos golosos. >>Aldemáris, no te resistas que lo deseas tanto o más que yo—. —Le susurro al oído Randiot. Seguido le mordisqueo la orejita con demasiada delicadeza para un miembro de su raza.

La mujer le contesta echando sus macizas posaderas contra Randiot, las cuales se encuentran con la viril protuberancia que la enloqueció. —Bueno travieso, acuéstate tú que esto no esta nada débil—. —Dijo dulcemente la mujer que hasta hace un rato estaba avergonzada y ahora era una fiera que sostenía con ahínco el miembro del joven gigante. Randiot termino de despojarse de la ropa y se dejo caer en el montón de paja seca. Aldemáris empezó a quitarse la piel de lobo que cubría la parte inferior de su delicioso cuerpo, dejando ver un húmedo y tierno vello castaño. El Gigante y ella compartieron risas picaronas, mientras la mujer apoyaba sus manos de delgados dedos sobre las abdominales del herido. Se deja caer de golpe y el sol se oculto con el musical grito de placer.

Después de esa noche de lujuria y desenfreno, Randiot se fue de su vida tal y como llego. Solo le dejo recuerdos, una piel de oso y un fruto que se forjo en su vientre. Pasaron los meses y al dar a luz descubrió que su amado fue un gigante precoz, pues el niño nació con cuatro brazos una de las anomalías de la raza de los gigantes. Historias como estas han pasado en varios lugares de Edrest a través del tiempo. De estas relaciones surgen los Semigigantes de los cuales este bebe fue el primero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario


MusicPlaylistRingtones
Create a playlist at MixPod.com